Hay mil cosas que me gustaría ser en esta vida. Una de ellas es crítico de cine. Alguien capaz de detectar si una película es buena o es mala y con la capacidad de poder explicárselo a alguien. Veo muchas pelis y también a muchos críticos de cine, e intento aprender de ellos. Hace poco, a uno de los que más sigo le oí decir que ver buenas películas te hace ser mejor persona, y me dio un poco de rabia. Porque el tipo no solo sabe detectar si una película es buena o es mala y tiene la capacidad de explicárselo a alguien, sino que también parece saber mucho y ser buena persona. Es normal, supongo. Poca gente habrá visto tantas películas como él.
Hace unos días, mi padre nos dijo que un compañero de trabajo se jubilaba de manera anticipada con 62 años, y todos deseamos estar en su lugar. No ahora, sino más adelante. Yo no cambiaría mis 22 años por nada, pero nunca me han llegado a ofrecer nada lo suficientemente interesante para plantearme el trueque. Igual sí los cambiaba por jubilarme a la edad del compañero de mi padre, porque qué me importarán los años si solo madrugaría por gusto y no por obligación. A eso es a lo que aspiro, a madrugar porque yo quiero y no porque otros quieren. A que la alarma y yo ya no seamos uña y carne nunca jamás. Aspiro a que la alarma ingrese de manera vitalicia en el club de esas personas que conocías bien hace unos años y con la que ahora apenas hablas muy de vez en cuando. El tipo que inventó la alarma en su día debió de ser alguien muy serio, y de tal palo, tal astilla. El problema es que la vida no da la sensación de ser muy seria. Todo es un poco una broma, de esas que tienen su gracia a...